Lectura crítico-valorativa de la realidad

Dr. Camilo Espinosa Pereira

Enseñar a leer es mucho más que lograr que los estudiantes aprendan a decodificar signos lingüísticos, ardua tarea que constituye un gran reto para las maestras del primero y segundo año de educación básica. La decodificación de grafemas o letras, organizadas en sílabas y palabras, es el primer gran paso del proceso de la lectura. Luego viene el segundo desafío que es la lectura comprensiva del texto, porque no se trata simplemente de repetir “lo que dice”, sino de comprender “lo que quiere decir” el texto.

La comprensión lectora implica descubrir el mensaje que nos transmite el texto, competencia cognitiva que anima a la lectura y promueve la vocación lectora. Si no entendemos lo que leemos, terminamos desanimados y perdemos el gusto por la lectura. El siguiente desafío es la lectura crítico-valorativa, en la que el lector, desde la comprensión lectora, está en capacidad de analizar el contenido y emitir un juicio de valor sobre el texto, pudiendo asentir o disentir con el autor, es decir, aceptar lo dicho o discutirlo. Analizar, sintetizar e interpretar un texto es una competencia cognitiva de alto nivel, pero hay un desafío mayor que es la lectura creativa, un nivel superior en el que el lector no solo está en capacidad de hacer una crítica literaria, sino de asumir el desafío de producir o generar un texto de su propia autoría, convirtiéndose en un escritor.

Pero hay una lectura que no se enseña en el contexto educativo, sino que es responsabilidad personal y se aprende en la vida diaria; es la lectura crítico-valorativa de la realidad percibida por nuestros sentidos, a partir de una interpretación lo más objetiva posible. Esta es una competencia tan indispensable para la vida, pero muy poco la hemos desarrollado. Por ejemplo, cuando vamos al cine a “ver” una película, al salir es muy común y frecuente escuchar reacciones como estas: “Estuvo muy bonita la película”. La precariedad de esta expresión no dice absolutamente nada sobre la película y refleja que no hemos ido a OBSERVARLA, sino solo a “verla” para distraernos, desperdiciando la riqueza de su contenido. OBSERVAR significa no solo “mirar”, sino ADMIRAR lo que miramos. ADMIRAR significa valorar lo que perciben nuestros sentidos. Para admirar debemos prestar total atención a los detalles, contemplando no solo el todo de manera general, sino las partes que lo constituyen. Por lo tanto, cuando se trate de una película, no nos limitemos a “verla”, sino a OBSERVARLA con total atención, para estar en capacidad de hacer luego un análisis crítico y una síntesis de su contenido, desentrañando los mensajes y lecciones que nos deja para la vida. Lo mismo sucede con lo que percibimos a través del sentido del oído. No es lo mismo “oír” que ESCUCHAR. Oír es percibir vagamente los ruidos y sonidos, en cambio escuchar es concentrar la atención en lo que oímos, para comprender el mensaje y dar una respuesta adecuada. Por lo tanto, cuando asistamos a una conferencia o ponencia, no es correcto salir y decir que estuvo “bonita” o simplemente “interesante”, si no damos los argumentos que reflejen los aprendizajes logrados y nuestra competencia crítico-valorativa del contenido de lo que hemos sido capaces de escuchar.